lunes, 10 de octubre de 2011

Marcando el rumbo


Ahí van, un día más... salen al atardecer a recónditos lugares que sólo ellos conocen, donde las olas disfrazan fondos marinos, fosas, cuevas y escondrijos bajo su manto de uniformidad. ¡Qué extraño resulta!... no hay dos olas iguales, pero todas juntas forman un todo contínuo, una única cortina que oculta secretos que para mi ni siquiera existen, pero que ellos saben leer y atisbar entre una y otra, entre vaivén y vaivén.

Y como cada tarde, comienza la danza sobre el mar. Los sedales van subiendo y bajando, y las korainas tentando al chipirón. Éste se deja engañar, y sucumbe al hechizo del anzuelo de plumas, vestido para seducir. El anzuelo le atrae hasta que, enganchado, pierde la batalla y exhala su tinta en un último estertor.

Y el juego de seducción continúa una y otra vez, hasta que la noche lo cubre todo con su manto y las farolas iluminan la fiesta en la que los chipirones siguen siendo el invitado estrella.

Más tarde, cuando lleguen a puerto, comentarán sus capturas, el sedal roto, los anzuelos nuevos, el que ha escapado, el que se resiste y no termina de picar... y el diálogo se repetirá al amanecer siguiente, antes del alba, cuando vuelvan a encender sus luces y enfilar el rumbo hacia ese punto exacto de la bahía, ese lugar secreto, más igual que nunca a todos los demás en la oscuridad de la noche...

1 comentario:

  1. Como me gusta el lugar que nos describes en el texto. Las imágenes hipnotizan.

    Un abrazo.

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